PASO A LA INMORTALIDAD DEL GRAL. JOSÉ DE SAN MARTÍN

El complejo recorrido de un prócer que luchó por la independencia

Reconocido como el padre de la patria, en algún momento fue considerado un traidor y tuvo que exiliarse en Francia por sus decisiones políticas. El investigador del CONICET Alejandro Morea recorre algunos de los pasos que marcaron la identidad de este personaje tan importante para la historia argentina y sudamericana.


PASO A LA INMORTALIDAD DEL GRAL. JOSÉ DE SAN MARTÍN

San José de San Martín nació el 25 de febrero de 1778 en Yapeyú (Corrientes), en el llamado Virreinato del Río de la Plata, y falleció el 17 de agosto de 1850 en Boulogne-sur-Mer (Francia). Dedicó gran parte de sus 72 años a la carrera política-militar americana, y es considerado como uno de los libertadores de Argentina, Chile y Perú. Un hombre que nació en lo que hoy es Argentina, pero que transitó su juventud y su adultez en tierras europeas, y que es considerado “el padre de la patria”. ¿Qué conceptos concentraban sus teorías ideas de libertad? ¿Por qué pasó de ser el libertador a ser tildado de conspirador por un sector de la dirigencia política de su tiempo, para luego ser considerado un prócer nacional?

Hijo de españoles nacidos en Palencia, su padre fue nombrado gobernador del Departamento Yapeyú y su madre era prima del gobernador y capitán general del Tucumán. Fue el menor de cinco hermanos. A los seis años la familia retorna a España y él comienza sus estudios militares a los once en el Real Seminario de Nobles de Madrid y en la Escuela de Temporalidades de Málaga. Ingresó muy joven al Ejército español y dio sus primeros pasos en combate en el norte de África, y luego contra los ejércitos de Napoleón en España.

Su participación destacada en la batalla de Bailén en 1808, considerada la primera derrota del ejército napoleónico, fue muy importante para abrirle las puertas de regreso a una ciudad como Buenos Aires y una dirigencia revolucionaria que lo desconocía. Al respecto, Alejandro Morea, investigador del CONICET en el Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales (INHUS, CONICET-UNMDP) y especialista en historia argentina del siglo XIX,  señala: “Más allá de lo que puede haber significado en ese momento para San Martín en términos personales, el ascenso militar y las medallas obtenidas por su accionar ese día le permitieron mostrarse como un hombre que podía ser de mucha utilidad para la Revolución”. 

La estrategia social, política y militar de San Martín en el Río de la Plata

Para San Martín ser foráneo era su estado natural: nació en Argentina, pero su familia luego se traslada a Europa donde se forma como militar y vuelve a tierras latinoamericanas en 1812 con su acento español y a una ciudad que había comenzado un proceso independentista tan solo dos años antes. Todo esto definió tanto su estrategia a nivel social -en su acercamiento a la familia Escalada para casarse con Remedios a unos pocos meses de haber llegado al Rio de la Plata- como en el ámbito militar, donde hasta fue tildado de posible espía al servicio de la corona. Una vez consolidada su posición política y militar, ese mismo mote de foráneo lo perseguiría al llegar a tierras chilenas y peruanas para liberar a estos territorios de la monarquía española. 

A diferencia de otras figuras importantes de la Revolución que eran abogados, funcionarios de la corona, letrados, comerciantes y que se convirtieron en militares por la Revolución, José de San Martín era un oficial de carrera por lo que su perfil como político se construye con posterioridad.  Morea explica: “Eso es posible porque la Revolución y la guerra hicieron de los militares figuras políticas en potencia. Sin embargo, es posible identificar momentos que resultaron importantes en la construcción de su carrera política pero también de su pensamiento político”. 

Un primer momento es en Cádiz, donde fue edecán del Mariscal Solano, que terminó asesinado por una movilización popular en el marco de la crisis de la monarquía española en 1808 a raíz de las abdicaciones de Bayona. “Este hecho marcó a fuego la mirada de San Martín sobre las movilizaciones populares y sus posibles peligros para los grupos dirigentes. Otros eventos ya tienen que ver con su presencia en el Río de la Plata y su difícil y tumultuosa incorporación a una ciudad y a una elite económica y política, como la de Buenos Aires, que no lo conocía y que en principio desconfiaba de él”, relata Morea.

Tras asentar su imagen personal y política, casándose con Remedios de Escalada en 1812 y con el pedido de la creación del Regimiento de Granaderos a Caballo, que tuvo su bautismo de fuego en el combate de San Lorenzo, San Martín se define como un líder indiscutido al servicio de la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, dándole forma al conocido “Plan continental”, para liberar territorios sudamericanos que aún se encontraban bajo el sistema colonial español.

El cruce de los Andes y la liberación de Chile y Perú

En pocos meses, su proyecto dio grandes pasos: en 1815 comienza a organizar el Ejército de los Andes, que llegó a contar en 1817 con más de 5200 hombres: “De ese total casi la mitad eran negros que hasta poco tiempo antes de ser incorporados eran esclavos y fueron comprados por el gobierno a sus dueños, sirvieron en las fuerzas de la revolución con la promesa de obtener la libertad una vez concluido el servicio de armas”, afirma el investigador.

Y agrega: “El cruce de esa cadena montañosa con una fuerza militar del tamaño del Ejército de Los Andes no era una cuestión sencilla, todo lo contrario y ahí se ve la capacidad de San Martín no solo para pensar un plan, sino para llevarlo adelante desde el punto de vista logístico, político y militar. Para que la estrategia resultara exitosa se requirió armar una maquinaria de guerra inexistente, como el Ejército de Los Andes, movilizar recursos y voluntades como nunca antes, pero a su vez lograr acuerdos políticos entre los líderes chilenos revolucionarios que iban a participar de la campaña y las autoridades de las Provincias Unidas sobre los objetivos de dicha campaña, también engañar a los enemigos sobre lo que estaba ocurriendo en Cuyo y cuáles eran los planes a futuro para tener mayores chances de éxito. Todo esto para estar en condiciones de llegar al campo de batalla y después tener que ganar. Por eso la campaña de Los Andes termina siendo su hazaña más importante”. 

Luego de esta odisea, lideró la emancipación de Chile, en las batallas de Chacabuco y Maipú en 1817 y 1818, y con la financiación y acompañamiento del Senado chileno, vendrá su último gran ataque al poder español en Sudamérica: llegando a Lima y declarando la independencia del Perú en 1821. Finalizó su carrera de las armas luego de producida la Entrevista de Guayaquil con Simón Bolívar, en 1822, donde le cedió su ejército y la meta de finalizar la liberación del Perú.

Desobediencia de San Martín al Directorio, la condena de Buenos Aires y su marcha hacia el exilio  

Pese a sus logros en los campos de batalla, estas hazañas libertarias no garantizaron su éxito político militar. San Martin pasó de ser llamado el libertador de América a ser considerado un conspirador por un sector de la dirigencia política argentina de esos años, que luego causó su exilio en 1824. Esto se relaciona específicamente con lo ocurrido entre 1819 y 1820. En el contexto del enfrentamiento entre el gobierno central de las Provincias Unidas con los gobernadores de Entre Ríos y de Santa Fe, pero también con el propio Artigas, San Martín desobedece las órdenes del Directorio para que traslade al Ejército de Los Andes hacia el litoral. 

Según plantea Morea la desobediencia de San Martín y el amotinamiento del Ejército Auxiliar del Perú hizo que el director Rondeau no tuviera los efectivos necesarios para enfrentar a sus adversarios y que saliera derrotado en Cepeda. Tras esta batalla, Rondeau renunció, el Congreso se disolvió y con él las Provincias Unidas; y así se puso fin al proyecto revolucionario iniciado en Buenos Aires el 25 de mayo de 1810. “El reclamo a San Martín es porque con su accionar privó a las Provincias Unidas de contar con su mejor fuerza militar en un momento crítico. En algún punto se lo acusa de haberse apropiado de un ejército que fue armado, financiado y sostenido por las Provincias Unidas para un proyecto personal”, afirma.

Y remarca: “Ese proyecto personal era la campaña al Perú. Lo que hace San Martín es tratar de preservar al Ejército de Los Andes para que el proyecto de derrotar a los realistas de Lima no se diluya completamente por las disputas internas de las Provincias Unidas. Pero esto es visto como una traición por parte de parte de la elite política y económica de Buenos Aires, con la que San Martín buscó vincularse mediante su casamiento con Remedios de Escalada, que siente que fue abandonada a su suerte ante la amenaza que representaban Estanislao López, Pancho Ramírez y Artigas. Mucho tiempo después es que San Martín es vuelto a considerar un héroe de la Independencia. En los inmediatos años ‘20, su accionar sigue siendo cuestionado y su figura es mirada de reojo por esa Buenos Aires que no puede superar lo ocurrido en Cepeda”.      

El investigador también considera que una de las cuestiones más controversiales de su accionar público fue su labor como Protector del Perú. “Varias de sus decisiones nos pueden resultar extrañas desde nuestro presente, pero lo cierto es que también fue cuestionado por sus contemporáneos. Incluso por algunos de sus amigos y compañeros más fieles. Las negociaciones con el Virrey La Serna para encontrar una salida negociada a la Independencia del Perú, sus propuestas monárquicas o incluso su estrecho lazo con Gran Bretaña y su gobierno y su rechazo a tender puentes con otras potencias”. 

Así, en una Buenos Aires inestable políticamente y tras ser acusado de conspirador, decide marcharse del país con su hija. Viajan a Escocia, Bruselas y finalmente se radican en París. 

Regreso fallido y exilio permanente

Unos años después y como consecuencia de su apego político a lo que sucedía en América, San Martín tiene un regreso fallido al Río de la Plata en 1828-1829, lo cual terminó siendo muy significativo en su vida personal. Morea manifiesta: “Más allá del contexto del enfrentamiento entre centralistas o unitarios y federales, y los pedidos para que se posicione en el conflicto a favor de unos o de otro, su intento de regreso además le demostró que muchos de los enconos contra su figura seguían presentes. En ese momento se dio cuenta que no iba a poder tener una vida tranquila como se imaginaba, y consideró que si regresaba iba a terminar envuelto en la conflictividad política. Su rechazo a involucrarse es lo que lo termina impulsando a radicarse en Europa ya no de forma transitoria, como lo pensó en 1824, sino de manera más permanente, para no decir de manera definitiva”. 

Más allá de las distintas y contrapuestas miradas sobre el accionar de San Martin, no caben dudas de que para la Argentina terminó convirtiéndose en prócer. Los próceres, como los héroes, suelen ser figuras arquetípicas. Por lo tanto, tienen una serie de características comunes, no importa el tiempo o el lugar: valentía, decencia, honestidad, entre otras cualidades. Morea reflexiona: “En el caso de San Martín, lo que más se suele destacar es la cuestión del sacrificio en pos de una causa común, la capacidad de postergar ambiciones, anhelos y deseos personales en pos de un bien mayor, y a su vez la capacidad de reponerse a situaciones adversas. Quizás en el caso de su figura suelen aparecer otros dos atributos muy importantes: su inteligencia política y militar y su capacidad de ponerse por encima de la lucha partidaria o fratricida”.

“Seamos libres y lo demás no importa nada”, una de las frases más célebres de San Martin que aparece en una Orden General el 27 de julio de 1819, dirigida al pueblo de Mendoza, ante el anuncio del envío de una expedición española al Río de la Plata para intentar su reconquista. “Si tomamos la frase de manera literal, la libertad parece estar circunscrita estrictamente a la cuestión de liberarse del yugo español o de cualquier otra potencia extranjera como reza el acta de la Declaración de Independencia. Sin embargo, la libertad no tiene un significado unívoco, inmutable e invariable en el tiempo. Nadie debería asombrarse si la proclama de San Martín fuera reapropiada y convertida en consigna y se hiciera presente en banderas o pañuelos en los numerosos grupos que se movilizan, que se organizan, que luchan y reclaman en la Argentina de hoy. Por ejemplo, si para los negros que pelearon en el Ejército de Los Andes la libertad podía significar la posibilidad de dejar de ser esclavos y ser tratados como iguales a los demás hombres que vivían en el Río de la Plata, cada nueva generación está en condiciones de resignificar la palabra libertad y decidir por qué cosas vale la pena luchar”, remarca el investigador. 


Alejandro Morea, es investigador del CONICET, perteneciente al Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales (INHUS, CONICET-UNMDP). Su tema de investigación está centrado en analizar cómo se dirimían las diferencias políticas, al interior de las comunidades políticas en el interior de las Provincias Unidas, durante la Revolución.  “Aunque intento responder esa pregunta para los años 1816-1829, el interrogante tiene vigencia incluso para el día de hoy, porque nos permite poner en perspectiva cómo nos relacionamos y cómo resolvemos las disputas, canalizamos los conflictos, las tensiones y diferencias que se generan entre nosotros acerca de cuál debe ser el rumbo de nuestra sociedad, de nuestro país en el corto y mediano plazo. Pensar los problemas del presente, pero con perspectiva histórica”, concluye.

Fuente: Sabrina Aguilera / Área de Comunicación CONICET Mar del Plata